28.7.04

LA IGLESIA,  ZAPATERO, EL APÓSTOL Y LOS GAYS

Acabo de llegar de vacaciones y me encuentro con el espectáculo del Jefe del Estado y del Jefe del Gobierno abrazando la imagen del apóstol Santiago en la celebración religiosa del Año Santo Compostelano. Y, por si fuera poco, aguantando las palabras del Arzobispo en las que sienta cátedra sobre el significado del matrimonio.

Es inaudito que a estas alturas todavía asistamos a este tipo de actos sin dejar patente nuestra disconformidad.

En primer lugar, el Estado es aconfesional y el representante del mismo, esto es, el Rey Juan Carlos I no debería asistir a ceremonias de una de las confesiones (aunque sea la mayoritaria) del Estado.

En segundo lugar y por idénticos motivos el jefe del ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, que además ha sido elegido por todos los españoles, debería mantenerse fiel a la aconfesionalidad  del pueblo al que representa.

Y en tercer lugar, el Arzobispo, no me cabe duda, tiene mucho que decir sobre los fines del matrimonio católico, mucho sobre la procreación que, por cierto, no es prioridad para la mayoría de los matrimonios, católicos o no, según rezan las cifras de natalidad en nuestro país. Tiene mucho que decir sobre lo que afecta a los católicos pero el colectivo gay español lo que reivindica es la posibilidad de contraer matrimonio legal, esto es, matrimonio civil que, pese a quien le pese, es el único matrimonio con vigencia y que da lugar a derechos y obligaciones.

Basta ya de estos espectáculos públicos y convirtámonos de una vez en un país maduro que respeta las confesiones de sus ciudadanos pero que no subvenciona con el dinero de todos estas ceremonias arcaicas y rancias.
Cállese señor Arzobispo y dele cuerda a su reloj que ya estamos en el 2004 y los ciudadanos, sea cual sea su orientación sexual, tienen derecho a ejercer la Igualdad, ésa a la que su Iglesia se ha opuesto desde tiempos inmemoriables.
Y, para terminar, además de pedir a la Iglesia un esfuerzo para ponerse al día en ciertos asuntos, pedimos a los representantes del Estado y del Gobierno, que den ejemplo y no permitan que, en sus personas, la Iglesia más caduca, nos eche la bronca a todos e intente una vez más dirigir los pasos políticos y sociales de nuestro país.

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