UNA FARSA DERECHISTA DE LA TRANSICIÓN

Adjunto este artículo que se publicará próximamenta en la página www.trasversales.net

Fernando Gil

Decía Hegel que los acontecimientos históricos se repiten, y Marx añadió que la primera vez ocurrían como dramas y la segunda como farsas.
Nadie en el PP parece ser consciente de eso, pues no suelen leer a Hegel y mucho menos a Marx (ellos se lo pierden) y se les nota.
Ayer, día 10 de marzo, el PP organizó en Madrid, esta vez directamente, la octava concentración de masas contra el Gobierno, aprovechando la lucha contra el terrorismo.
El discurso habitual, machaconamente repetido durante dos años, plagado de mentiras y de frases como traición de Zapatero, cesión ante ETA, renuncia del Estado, entrega de Navarra, ruptura de España, y de interesados olvidos sobre lo que hicieron en esta materia los gobiernos de Aznar, logró congregar a casi 400.000 personas, pero está vez la escenografía, el montaje teatral, pretendía ofrecer algo distinto de las concentraciones convocadas por la Asociación de Víctimas del Terrorismo, marcadas por el discurso apolillado del exaltado Alcaraz.
En la concentración de ayer, concebida ya como una gran acto electoral de cara a los comicios de mayo y como el pistoletazo de salida pensando en el adelanto de las elecciones generales (¿qué puede hacer Zapatero, más que convocarlas, una vez que Rajoy ha sentenciado que este Gobierno ya no vale?), el PP pretendía disimular el olor a rancio, el tufo a franquismo de las anteriores, donde demasiadas banderas de la dictadura, falangistas y viejos gritos de adhesión a la España del 18 de julio ponían en entredicho el presunto carácter del PP.
En coherencia con la (vana) pretensión ser los herederos del consenso de la transición (cuando estuvieron en contra), roto por Zapatero, la concentración de ayer pretendió resucitar el espíritu de aquella, como Esperanza Aguirre ha intentado, con idéntico interés electoral, resucitar por unos días la de los años ochenta. Pero una cosa es montar el nostálgico espectáculo de la y otra resucitar el espíritu de una época en unos individuos que nunca lo tuvieron.
El acto intentó ser una especie de momento fundacional, dijo Acebes, para que los españoles recuperen la autoestima, dijo Rajoy (que debe tenerla baja tras cinco derrotas electorales), y el equipo que dirige la estrategia del PP buscó apoyo en los símbolos de la transición. Pero la falta de ideas originales es un rasgo del PP, y lo mismo que después de criticar a la izquierda por manifestarse en la calle -, vociferaba Aznar- han cogido gusto a la pancarta, esta vez han desterrado la bandera de la dictadura (pero las había), y se han apropiado de la constitucional, del lazo azul, de la canción y en el colmo de la copia, Rajoy pedía en su discurso que hablen los españoles, que era el lema de la campaña institucional (Habla pueblo, habla) en el referéndum de diciembre de 1976, para la Reforma Política. Olvidaba Rajoy que los españoles ya habían hablado el 14 de marzo del 2004, y le habían echado a él y a los suyos del Gobierno por mentirosos.
Ayer, el director de escena intentó montar un , pero los actores no lo secundaron. Bastaba escuchar a muchos de los participantes, que sin las precauciones de los dirigentes, pedían el y mostraban, como en otras ocasiones, su odio al Gobierno, al socialismo, a la izquierda y al Estado autonómico, sus preferencias por el bando vencedor en la guerra civil y aún la vigencia de aquel espíritu cainita.
Fue una llamada a la involución disfrazada de segunda transición. Es decir, una farsa. Y una estafa política a los millones de personas que creen en el mensaje catastrofista de una derecha desesperada.